Jones
Hola, Jones. ¿Cómo estás?, tanto tiempo. Espero que estés bien, vos y toda tu familia.
Intenté este borrador muchas veces en el pasado, pero siempre lo sentí inútil, ya sea por el tiempo que pasó, o porque lo que quiero decirte se disuelve en palabras, aunque las ganas de escribirte persisten.
Al principio pensé que tenía que disculparme con vos por la forma en la que me fui, pero después entendí que todo lo que no pude poner en palabras en aquel momento fue algo que estaba presente en mi cuerpo de forma constante y que, en realidad, hice lo que pude. En algún momento, intenté decirte algo sustancial, algo que aliviara el dolor y escribí, escribí mucho tratando de entender o de arreglar algo de nosotros, lo que sea. Dice el poeta Roberto Juarroz que no existe un lenguaje para los finales, para la caída del amor porque es como hacer señas a quien muere cuando todos los gestos se han secado, y pienso que tiene razón. Primero están los intersticios donde colarse para empezar a sanar, y luego (con suerte) vienen las palabras.
Perdón si aparezco así, de forma intempestiva en tu vida, pero tengo esta cosa acá dentro que necesita decirte estas palabras tardías y que quizás carezcan de sentido en cierto punto porque el tiempo nos ha atravesado tanto que vos no sos la persona que eras y, en cierto punto, yo tampoco.
Una vez quise decirte que para mí era muy difícil que se desvaneciera la cotidianeidad de tu presencia en mi vida porque fueron muchos años de una dinámica que un día, abruptamente, dejó de existir. Desaprender y convivir con lo que quedaba para mí se sentía como querer romper una casa entera solo con un martillo. Escribirte y saber que lo vas a leer se siente como romper la última pared. Lo vivo como un acto de valentía porque estoy rompiendo con mi propio prejuicio de sentir que lo que pueda decirte no es lo suficientemente importante.
Las palabras que te estoy escribiendo ahora fueron para mí como un abismo que se toma pausas, pero que siempre vuelve. Las miro como esos acantilados en el último viaje que hicimos juntos. Después de tanto intentarlo, finalmente aprendí que las palabras nunca van a tener la sustancialidad que pretendí, ni nos van a traer la paz que solo se obtiene con el paso del tiempo. Esto que te escribo no va a cobijarte por la manera en la que me fui de tu vida, ni va a justificar nada de lo que vivimos. Eso fue nuestro y ahora habita en vos y en mí cuando nos pensamos en algún momento fugaz de un día cualquiera, en alguna circunstancia imprevista y cada vez menos frecuente. También es Roberto Juarroz quien dice que pensar en un hombre se parece a salvarlo.
Siempre admiré de vos la capacidad para hacer las cosas que te proponés, la fuerza con la que encarás lo que te mueve, lo que te importa, lo que amás. Esa es de las cosas más lindas que aprendí de vos.
Espero que seas feliz, siempre, que tu familia tenga salud y que tus proyectos se cumplan. Te mando un abrazo.
Irina.
Bio
Irina (San Luis, 1992). Concuerda con Juana Molina en que la timidez es la otra cara de la vanidad.