Florencia
Yo quería que fueras mi verano: Quería que tomáramos Cynar en Pompeya, que regáramos el jardín cuando se hiciera de noche, que estuviéramos en patas, que tomáramos un helado en Flores sentados al costado de las vías.
Quería cagarme bien de calor post sexo, despertarme con vos, mediar entre mis ganas irrefrenables de querer vivir adentro tuyo y necesitar que nadie se me acerque.
Yo quería invitarte a pasear en auto cuando son las tres de la mañana y no puedo dormir, quería darte todas mis remeras, incluso las que más me gustan, para que las usaras de camisón.
Quería verte con ese jardinero de jean corto, ese que me resulta la mismísima droga. Quería verte empapada, brillante, amarilla como la luz. Quería verte con los ojos del verano.
Quería que llegara el otoño y andar todavía sueltos de ropa, tener que abrazarnos porque a la noche refresca, fumar uno y mil puchos en tu balcón mientras me sacás fotos y ver cómo te brillan los ojos.
Yo quería que saliéramos a caminar a las siete de la tarde, de la mano, pisar el colchón de hojas que se forma, que quede en evidencia mi cara de idiota cuando te veo sobresalir entre tanta belleza. Quería mostrarte que la luna es del mismo tamaño que tu dedo gordo.
Yo quería conocerte en invierno. Comer chocolate en exceso, quejarnos del exceso, entrar en la cama muerto de frío y entrelazarme con tus piernas mientras ronroneo para aclimatarme. También quería llevarte una bolsa de agua caliente a la cama, ¿sabés? Una para vos y otra para mí porque, ojalá te acuerdes, se me congela algún que otro dedo del pie y necesito revivirlo con calor.
Yo quería abrigarte, sí, pero más quería ver tu nariz roja, helada, tus ojitos achinados por el viento de los primeros días, soleados y fríos, de la primavera.
Abrir las ventanas de casa ni bien nos despertáramos, que entre ese frescor divino, ponernos contentos los días de sol, ver cómo se te caen los mocos de la alergia. Yo quería verte llegar sonriendo de la verdulería, reírnos en complicidad porque ya empezaron a aparecer algunos que otros duraznos, completamente desubicados. Quería que saliéramos a dar una vuelta en auto, con las ventanillas abiertas, quería acelerar un poquito a propósito, porque despeinada sos mi versión favorita.
Te quería contar algo más del mundo. Algo que ya sabés, como que la palabra “yoga” proviene del sánscrito y significa “unión” o “conexión”, o que en Japón hay un arte antiguo de arreglar flores llamado “ikebana” que se enfoca en la belleza de las formas y la armonía del espacio. Quería que exploremos juntos las diferentes formas en las que las personas se conectan con el mundo que les rodea. Y así, mientras tomamos un té al sol, compartir nuestras impresiones y sorpresas, y seguir descubriendo la belleza del mundo de la mano.
Toda esta pila de cosas quería con vos, boluda, y no hicimos a tiempo.
Detesto que la memoria de mi celular no estalle de fotos tuyas, detesto que no hayamos podido seguir con nuestro diccionario de palabras propias y también detesto que nuestro juego de los cíclopes no funcione por videollamada a más de 10 mil kilómetros de distancia.
Hay días en los que detesto la versión de mí mismo en todo esto, otros en los que me digo que estoy haciendo lo mejor que puedo, otros en los que me asusta no volver a sentir esa euforia que no conocía y que agradezco haberla experimentado con vos.
Alguna vez me preguntaste por qué todo tuvo que ser tan lindo en nuestro tiempo juntos.
Siento que jugamos un partido de tenis que ya estaba perdido, entonces lo dimos todo, fue esencia y entrega pura. Nuestro yo más verdadero.
Yo estoy acá, en el Oeste, como puedo. trabajando en casa, cenando en silencio. Esperando tu vuelta, sin esperarla. Dándome cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Ya van seis meses de nuestro principio de distancia y todos los días, todos, te extraño un poco más.
Te pienso en todo lo que hago. A veces miro al pasar y te veo ahí, en la tuya, pero siempre cálida, con tus manos llenas de energía, tus paletas de conejo y tu mirada tan loca.
Me gustaría hablar de vos en cada hoja que escribo para que quede asentado en papel lo increíble que sos. Pero fracasaría, “describirte sería limitarte”, dijo el Chino Darín y digo yo: Lo que yo te pido, es que me dejes perderme en alguna de tus estaciones.
Querida Japón: te amo, volvé.
Bio
Juani Falco (Ituzaingó, 1992), es fotógrafo.