Marcelí
Hola, Mar.
Te escribo esta carta que nunca te voy a mandar. La escritura tiene ese poder, es tan generosa que nos abre la posibilidad de hablar con otras personas y con nosotras mismas. Casi como una acción mística en donde podemos alquimizar nuestros días, nuestro sentir, nuestro vínculo con los demás. Como dice Sharon Olds, la poeta de la que tanto te hablé: con la escritura podemos hablarle a quienes ya no están. Y yo agrego a los muertos, a los vivos, a los animales, al pasado, al futuro, a vos.
Ahora estoy sentada en mi estudio en Tigre, una zona un poco más alejada de capital, que es la parte que vos conociste. Acá cruza el río y la vegetación desborda, de la misma forma que yo me desbordaba cuando vos me decías emotional wreck o mecha corta, en un español con un tono mexicano aprendido. Hoy en día, el paisaje de Tigre me acompaña y contiene. Cuando nos mudamos acá, con Fran, sentimos que este era nuestro lugar en el mundo. Justo ahora veo de frente un árbol que mete su nariz en mi jardín.
¿Te acordás de la pileta en la terraza de Franklin Ave. que daba a la montaña, a Runyon Canyon? Desde ahí arriba, la ciudad californiana se desplegaba como un sueño. Pero tener un jardín es otra cosa, es más real. Hay que regar las plantas, cuidarlas, podar sin miedo. Me pregunto si nuestro vínculo estuvo más cerca de un sueño que de algo real.
No quiero ser injusta, nuestro encuentro fue verdadero, pero tengo la sensación de que estábamos flotando en una nube sobre la luz tornasolada de Los Ángeles. Aunque a veces nos metíamos al mar de Santa Mónica y, en sus días más feroces, nos revolcaba y nos obligaba a tocar lo firme.
¿Te acordás de los paseos en moto por las callecitas de West Hollywood buscando la casa con la mejor decoración navideña? Siempre siguiendo lo tierno, lo cute, dirías vos. Como si fuesen señales o regalos que el mundo disponía para nosotras.
Eso es algo increíble que vos tenés. Inmediatamente, cuando una se para al lado tuyo, puede ser todos sus colores: tierna, cínica, divertida, tranquila, cursi, seria, demencial, juiciosa, todo junto. Esa es tu gran habilidad. La actriz dramática dentro de mí se sintió muy libre a tu lado. Me pude relajar en vos. Gracias por eso.
Podría pensar todo esto mientras me hago una mascarilla frente al espejo del baño: hablar en voz alta, mirarme fijo a los ojos. Pero creo en escribir casi como si fuese una chamana que transmuta, creo en vivir de esa forma. Nuestra relación, por más que haya sido una especie de sueño, fue uno al que me entregué y me transformó. No me interesa lo que aprendí estando juntas, sino más bien lo que integré cuando ese rayo me partió el cuerpo. Bueno, en verdad, el intento de integrarlo vino con el tiempo, nuestra relación fue a toda velocidad y nos cansamos de ir tan fuerte, el ritmo fue agotador.
En esa época, donde me sentía tan perdida, cansada de ir siempre hacia una misma dirección, empecé a explorar mi relación con el mundo. Así se desplegó nuestro vínculo, en la mayor de las libertades. En otro idioma, en una ciudad lejana, cerca del mar y la montaña. Rebeca Solnit, en Una guía sobre el arte de perderse, dice algo que me conmueve muchísimo: La pregunta, entonces, es cómo perderse. No perderte nunca es no vivir, no saber cómo perderte acaba contigo, y en algún lugar de la tierra incógnita que hay en el medio se extiende una vida de descubrimientos.
Mar, te escribo esta carta porque así como nuestra relación me transformó, la escritura también lo hace, me permite conectar con una fuerza más grande que yo. Te escribo un poco también porque estoy podando maneras de soñar que ya no me interesan. Podo para que florezca el jardín de mi deseo, ese que riego a diario.
Aunque, quizás, pensándolo bien, algún día tal vez sí te mande esta carta, y —con un poco de suerte— vos me respondas contándome sobre tu propio jardín, sobre las raíces que echaste a lo largo de estos años.
Dannae.
Bio
Dannae Saranich (Córdoba, Argentina). Es poeta, actriz e instructora de yoga. Coordina talleres de exploración creativa y escritura; y es parte del equipo docente en la escuela de artes y escritura Las celebraciones de Natalia Romero. Egresó de la carrera de Artes escénicas (CIC) y también del Conservatorio de Artes Performáticas en Lee Strasberg Institute en Los Angeles, California. Trabajó en las compañías de teatro The Group, Sixty Six theatre Company y con los/as directores/as Hedy Sontag, Martín de Goycochea y Luz Quinn, entre otros. Publicó Matorral, un libro de poemas acerca de la búsqueda del propio deseo indagando en la herencia generacional.