Bianca

Bian:

Me acuerdo que, cuando nos conocimos, alardeaba con que el desapego era algo que me resultaba fácil. No te mentía en ese momento. Yo venía de perder una parte muy importante de mi vida y, a pesar de sentir un dolor inmenso, seguía vivo y tenía fuerzas. A diferencia de otros dolores, ese había florecido. Por primera vez veía al amor agazapado detrás del dolor. Las espinas se volvían flores y eso me ayudaba a sanar. A partir de ese momento concluí que si podía reponerme de ese golpe cualquier otro revés que me diera la vida sería menor.

Hoy te mentiría si te dijera que me resultó fácil dejar pasar los días después de que nos separamos. “Separarse”. Qué loco. Fuimos uno. Pero siento que fuimos hace una eternidad. Otra vida.

Admito que me sorprendió recibir tu carta. No la esperaba. Mucho menos la dulzura con la que estaba escrita. Durante mucho tiempo, y aún ahora, me costó ver los capullos de nuestro desencuentro. En mi vida, claro. A vos te veo y te siento otra. Creciste, te expandiste. A veces pienso que fui un ancla que tiraba de tus pies. Yo todavía me veo como el mismo de siempre, pero con más dudas, más incertidumbres, menos miedos. Antes no podría haber escrito esto.

Te confieso que todavía lloro cuando miro fijo una foto tuya, o te escribo poemas, o siento demasiado vacía mi habitación, o cuando escucho Serú Giran en el auto. Lloré en el sur este verano, alguna que otra noche en la carpa, pensando en vos. Fuiste un bálsamo, una cura, entre tantas heridas y pérdidas. Recuerdo sentir que algo en mí sanaba cuando estaba cerca tuyo. Hoy sos una herida abierta y no tengo platsul.

Lloro mientras escribo esto

y a mí nunca me está por venir.

Durante varios días, después de que dejamos de vernos (separarnos me parece una palabra muy cruda) pasé mucho tiempo en mi cuarto, en silencio, recordando. Ahora me cuesta cada vez más. Hoy en día escucho tu voz recitando cartas y me estremezco. Recordar. Me freno en las palabras porque me hablan. Perdón. Sabés que soy medio lento para decir.

Yo no llené hojas A4, pero escribí sobre todo lo que quería dejar por sentido.

El calor de tu habitación, de tus besos.

El magnetismo de nuestros cuerpos rozándose.

Tus gatas.

El gesto de tu sonrisa. El más lindo que vi.

Sentir nacer algo que nunca había experimentado.

Los besos suaves. El sexo.

Aprender de vos. 

Ninguna universidad me enseñó tanto.

Ahora que ya no estás más, ahora que yo no estoy más, ¿qué sentimos? A mí no me hubiera gustado ser tu amigo. Me hubiera enamorado. Aunque admito que soportaría serlo con tal de tenerte cerca, de poder permitirme abrazarte para desafilar un poco el cuchillo de la X. 

Últimamente me siento extranjero de mí mismo. Cada vez me reconozco menos. Muchas veces pienso en el viaje a Europa y siento que fui solo. ¿Quién era esa personita, esa muchachita hermosa con la que fui? ¿Quién es ahora? Y yo, ¿quién soy?

Hay días en los que me pregunto qué estarás haciendo, o me pongo a pensarte acariciando a Katya, o a Pini. Hace poco lloré porque apareció un gato en casa. Ronronea mucho, es muy cariñoso. Viene siempre después de la cena y me espera en el jardín para jugar. Lo amarías. ¿Qué planes harás ahora? Te imagino con otras personas, nuevas. Te imagino contenta. Pensarte así me hace feliz.

Te escribo esta carta sentado en un balcón sobre la base del Cerro Catedral. Adentro del departamento algunas personas arman mochilas enormes para subir una montaña. Es un balcón hermoso, con una vista alucinante. Creo que fue por eso que empecé a escribirla.

A veces, cuando algo me encanta, pienso en vos.

Me gustaría ir a tomar ese café, negro y sin azúcar como el que toma Dale Cooper.

Te quiere, te extraña,

Julián.

PD: la velocidad no me la daba el auto, ni el pie en el acelerador. Eras vos.

Bio

La carta la escribió Julián Méndez (@julmendez). Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero vive en Capilla del Monte. Es profesor de literatura. 

Nota de las editoras

Esta fue una carta que recibimos por sorpresa. De forma inesperada, un día como cualquier otro, Julián le respondió a Bianca. En términos numéricos, esta fue la carta número 19 en llegar, pero elegimos que sea la 40. Nos pareció que era perfecta para terminar el programa, para cerrar el círculo. 

Decidimos grabarla de corrido (sin cortes de edición) para mantener la sensación original, a pesar de que tiene errores de lectura. Cuando Bianca lee «Dale Cooper» se ríe, porque era la primera vez que leía en voz alta ese chiste que era solo para ella. 

En el último evento en vivo de Lubi, la despedida de 40cartas, Julián la leyó en vivo y, por un error en la tarjeta de memoria, no quedó registro de ese momento.

Como nos encanta el chusmerío, adjuntamos algunas capturas de nuestro chat grupal del momento exacto en el que recibimos esta carta: 

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