Magdalena
Desde hace algunas horas estoy dando vueltas alrededor de una idea: ¿cómo empezar este mail? No sé qué palabras usar para darle forma. En general, uno ubica el saludo al principio del mail para iniciar algo, algo así como una conversación con otro ritmo. Una conversación menos instantánea, desde ya, pero esos intercambios tienen la materia del diálogo. De todas formas esto no es un mail para empezar algo. Escribir un mail para despedirse de alguien, escribir para cerrar un vínculo, es diferente. Imagino que ahí también puede haber un protocolo no escrito para seguir (qué decir, qué no decir), pero esto ya es el afuera del vínculo, así que las normas están más difusas.
Por lo pronto no me arrepiento de nada. Fue bueno haberte cruzado. El día que fui a la fiesta tenía pensado ir a otro lado (sí, ya sé que hablamos de esto más de una vez, pero estoy rememorando el principio y para mí es importante volver sobre eso). Vuelvo: no pensaba ir a la fiesta, pero te encontré ahí, no bailando, pero casi, riéndote con una amiga de lo que pasaba en el lugar y tomando cerveza de un frasco (aunque vos no le des importancia al recipiente, a mí me sigue fastidiando ese gesto de los bares). Te habías hecho una trenza larga esa noche. No tenías perfume ni nada llamativo. La trenza, una remera blanca, pantalones negros y sandalias. Mi idea original era, a lo sumo, pasar un rato por ahí y después seguir viaje, pero te vi. O, mejor dicho, nos vimos.
Como había ido sin expectativas estaba suelto de cuerpo. No pensé demasiado en acercarme, en qué decir, simplemente fui a la barra a pedir algo y nos saludamos con un gesto. No sé quién de los dos soltó la sonrisa más fuerte, me parece que estuvimos a la par en esa, ¿no?
En las primeras semanas hubo algo de incertidumbre. Aunque nos dimos unos besos esa misma noche, yo no sabía en qué andabas, si tenías ganas de armar algo o esto era un pasatiempo, entonces los mensajes eran cortos. Y después el cambio de ritmo. Pasar de unos mensajes por semana a varios por día. Y audios largos. Cuando uno conoce a alguien y conecta le quiere contar todo. O casi todo. Entonces nos mandábamos mensajes contando qué veíamos por la calle, cosas que nos habían llamado la atención, chistes, comentarios para hacernos reír y dejarnos un poco estimulados el uno al otro. Esa es una de las partes más lindas. Que haya una apertura de la vida propia a la vida de otro.
Me acuerdo de cuando llegamos a la parte de presentarnos a nuestras respectivas familias. Eso fue poco grato. Hubo algo de nuestra comunicación que no pudimos trasladar a esos encuentros. Tu familia pensó que yo era insoportable y mi familia pensó que vos eras rara. De hecho me viene a la mente ahora un chiste que hiciste y tu risa en ese silencio del almuerzo. No me puedo acordar qué dijiste, pero era algo relacionado con el sexo. O la noche en la que fuimos a comer a lo de tus viejos y terminé discutiendo a los gritos de política con tu papá. No estuvo bien. No me retracto de lo que dije, obvio, pero esa no fue la manera ni el momento. Ayer justo pensé en eso. Nos juntamos a comer con amigos y me encontré diciendo cosas parecidas a las de esa vez. Raro. Uno se repite a sí mismo.
La verdad es que te extraño. Sé que no daba para más, que se desgastó y ya no hay parches que lo sostengan, pero te extraño. Pienso mucho en vos. A la noche, cuando vuelvo a casa, extraño compartir con vos el día. Y a la mañana me mata despertarme y no poder girar para acercarme a vos.
El otro día hasta estuve muy tentado de llamarte. Pensé en volver a invitarte a salir. Pensé que podíamos tener un encuentro al margen de todo, ver si podíamos abrir un paréntesis lo suficientemente fuerte como para contener un encuentro y vernos. Pero pasaron las horas y me di cuenta de que era imposible. O, mejor dicho, de que era posible, pero que no tenía demasiado sentido.
Después de esto no hay más nada.
Y está bien que así sea.
Te mando un abrazo muy grande, te quiero mucho.
Bio
La carta la escribió Jonás Gómez. Nació en 1977 y vive en Capital. Su último libro publicado es Una percepción binaria del color (EMR, 2019).
Nota de las editoras
De esta carta nos gustó mucho la forma en la que abre con detalles lo amoroso. Quizás siempre descubrimos que estamos enamorados porque recordamos detalles del otro y del contexto, que habríamos pasado por alto si en ese momento no se hubiera dado la apertura de la que habla esta carta, el salto, las ganas de compartir con ese otro nuestro mundo.
Además, mientras corregimos esta carta, las editoras llegamos a la conclusión de que “nos dimos unos besos” es una de las expresiones más hermosas del español.