Julia
Julia:
Sería correcto llamar a lo nuestro mi primera relación «normal». A pesar de que nos conocimos por internet (ya no me acuerdo cómo), nunca antes había empezado una interacción romántica en persona, por lo menos no una que haya tenido éxito eventualmente.
Recuerdo haber ido juntos a un recital y, cuando terminó, caminar hacia la parada del bondi, contarte todas mis frases preferidas de la banda que habíamos ido a ver, y sin querer, volverme una metralleta de indirectas*. Fuiste mi primer romance tradicional y, como tal, cumplí todos los clichés. Vos sonreías, yo me sentía un ñoño total. Nosotros en tu casa, solos, tomando cerveza (¿o era vino?, ¿era esa la época en la que todavía me animaba a tomar vino?) y besándonos por primera vez, escuchando esa misma banda, besándonos cuando la letra nos lo mandaba.
¿No te parece que fue muy cliché cómo se terminó todo de una manera un poco más definitiva? Cuando me quedé sin plata y tuve que volver a vivir con mis viejos en la Patagonia y nos juntamos en el Burger King a la vuelta de tu casa y nos dijimos «tengo algo que decirte» y me dijiste «empezá vos». La semana anterior habíamos cortado después de un par de largas semanas de idas y vueltas, pero fuimos al recital al que habíamos dicho de ir (¿era porque te daba miedo ir sola o querías que fuera con vos?) y miramos a la banda todo el concierto de la mano. Yo imaginé que te estaba sacando un peso de encima al avisarte de mi partida: hasta me sentí maduro. Estaba resignando (a mi pesar, pero resignando al fin) la posibilidad de seguir con vos. Claudicaba. Y entonces me dijiste que estabas sintiendo cosas de nuevo.
Por supuesto, ahí rebobiné todo: que podíamos tratar de hacerlo funcionar a la distancia, que yo iba a volver rápido. Planes instantáneos sin ninguna probabilidad real de funcionar.
Dijiste «vemos».
Nos hablamos un par de veces por facebook, creo que una vez te llamé al celular y hablamos 5 minutos, pero la conexión no aguantó. Yo tardé un tiempo largo en volver a Buenos Aires. Me acuerdo de encontrarme a una de tus amigas, preguntarle en qué andabas y de que ella me haya tirado la punta de que estabas de novia. Eventualmente nos vimos y después de hacerme mucho el boludo, te pregunté y me dijiste la verdad. Te dije «me alegro mucho por vos». Treinta segundos después vino mi colectivo, me fui a casa y lloré.
Me gusta mucho contar la historia de nuestros destiempos, porque me hace sentir que formé parte de una película linda, de una bastante sincera. El hecho de que no te vea en persona hace años alimenta esa sensación. Cada tanto, me gusta recordarte como un lindo momento. Como cuando jugaba al fútbol en el club de mi ciudad y metí el gol con el que ganamos contra nuestros clásicos rivales. O como cuando me seleccionaron para las Olimpiadas de Matemáticas y me regalaron un chupetín a la salida. Todas esas cosas que están bien ahí, en el pasado. Rememorar es valioso y nos hace apreciar mejor lo que tenemos en el presente, yo creo que vos estarías de acuerdo con todo esto.
Cada día que pasa estoy más cerebral. Pienso más en lo que digo y hago, me preocupo más, me asusto con el hecho de que el tiempo pase, de que empiece a hacerme cada vez más grande, de perder las oportunidades de hacer lo que quiero hacer y qué sé yo. Por eso me gusta cada tanto volver a ese momento congelado, donde sentía que era invencible e íbamos a leer nuestras poesías, sintiéndonos parte de eso, sea lo que sea que ese eso fuera. Caminábamos por la calle, nos hacíamos chistes idiotas, tocabas el piano para mí* y yo te miraba pensando en lo inmensa que eras.
Te estoy escribiendo esto con el disco con el que nos besamos de fondo, ¿sabés? «Disimulemos y bailemos», decía la canción, y nosotros bailábamos. ¡Yo bailaba! Vos lograste eso, aunque haya sido en la intimidad de tu casa.
¿Y vos? ¿Seguís escuchando Los Niños, Julia? ¿Te acordás de mí cuando la escuchás? ¿Te acordás de mí, Julia?
Correcciones
* Cuando sumamos a una correctora para empezar a avanzar con la idea del libro, sugirió reformular la frase así: “Recuerdo que fuimos juntos a un recital y que, cuando terminó, caminamos hacia la parada del bondi, te conté todas mis frases preferidas de la banda que habíamos ido a ver y, sin querer, me volví una metralleta de indirectas”.
* En el audio, “tocábamos el piano para mí”.
Bio
La carta la escribió Diego Torres (@talkingdeads) en 2019. Nació en Río Negro pero vive en Buenos Aires. Es librero.
Nota de las editoras
De esta carta nos resultó muy conmovedor ver cómo la música se convertía en canal para decir lo que no se puede decir. Con ritmo, las palabras de otros se vuelven propias y avanzan <3