Olivia
“No sé, se me está haciendo difícil mantener esto. Yo sé que me estoy enojando por cosas que antes no me hubiera enojado y estoy más sensible o lo que sea, y no me gusta. Pero es que se me está haciendo re difícil esta situación. Yo sabía cómo era esto y ya sé que no tenés la culpa, y que es algo que tenés que resolver con tus tiempos, pero a mí también me está afectando y no sé cómo manejarlo”.
Eso anoté antes de juntarme con vos en un grupo de Whatsapp que tengo conmigo misma, se llama “yop”. Lo leí y lo repetí más de 10 veces mentalmente porque soy muy mala expresando lo que me pasa y siempre termino diciendo la mitad o menos de lo que tengo pensado, y después vos te enojás porque no digo lo que pienso, o porque lo digo cuando es tarde, o porque siempre tenés que adivinar todo.
Estaba lloviendo y hacía frío, y cuando subí al auto nos quedamos en silencio. Mientras buscabas un lugar para estacionar con tu boyband preferida de fondo, yo miraba por la ventana pensando cuándo sería el momento de decirte todo: si ahí mismo o cuando bajemos*. Iba a ser incómodo decirte todas esas cosas en un espacio público y tampoco podíamos tener una charla de ese estilo mientras vos manejabas, así que solo miré la ventana en silencio. Después de media hora dando vueltas, te lo pude decir.
Me dijiste que tenía razón, pero que no sabías qué hacer. Eso para mí fue como el principio del fin, pero elegí no hacerme cargo. Vos tampoco te hiciste cargo y la seguimos estirando.
Después nos comimos una hamburguesa y la pasamos bien. Siempre la pasaba bien con vos, pero mirabas la hora en ese reloj tan lindo que te compró tu mamá, la mirabas a cada rato. Cuando me abrazabas sentía el ruido de ese reloj, el tic tac siempre presente.
“Mis viejos no son homofóbicos, por suerte” me dijiste en una de las primeras charlas que tuvimos.
Alerta spoiler: sí lo eran.
Nunca los conocí, pero pude ver en algunas fotos de Facebook que sonríen mucho. Siempre están en playas con arena blanca y siempre sonríen. Tienen dientes blanquísimos y los muestran mucho. Se deben haber hecho algún tratamiento blanqueador de esos re nocivos, pero que te dejan los dientes blanquísimos. Realmente son fotogénicos.
Cada día era más el tiempo que pasabas viendo el reloj para irte porque seguro estaban preocupados, ¿a dónde te habías ido?
Y yo me enojaba y vos te ibas y después seguíamos la pelea por Whatsapp, porque nunca había tiempo ni para discutir en persona. ¿A dónde te habías ido?
Te tenías que ir, tenías que estar en tu casa.
“No me entendés”, “no sabés cómo son”, “no valorás todo lo que hago para verte”, me decías mientras agarrabas tus cosas y me pedías que te abriera la puerta. ¿A dónde te habrás ido?
Correcciones
* Lo correcto acá sería “cuando bajáramos”. Ups, se nos pasó.
Bio
La carta la escribió Clara en 2018.
Nota de las editoras
En esta carta trabajamos mucho el recurso de la pregunta como repetición dolorosa. Quisimos reflejar en papel esas preguntas que nos hostigan y que nos rondan por días, meses, incluso años. Preguntas (nos atrevemos a decir) que solo cambian su conjugación verbal con el tiempo…