Clara
Hola, Kiddo, ¿cómo estás?
Espero que puedas perdonar esta aparición inesperada. Sé que prometimos no volver a contactarnos, lo sé. Incluso bromeamos al respecto aclarando “ni mails, ni whatsapps, ni cartas, ni señales de humo…”, pero, ya ves, la vida y la mala literatura siguen pareciéndose demasiado y acá estoy, jugando sucio, rompiendo las reglas y sacudiendo tu inquebrantable rutina cotidiana con mi último acto de desesperado egoísmo.
El punto es que me queda poco tiempo y no sé cómo guardar las formas. También sé que “poco tiempo” suena bastante abstracto, pero esas fueron las últimas palabras que alcancé a escuchar y ya no pude seguir prestando atención porque mi cabeza estaba demasiado lejos, pensando en vos, en nosotras, en un mundo perfecto donde no existen tumores del tamaño de una pelota de golf, y en donde el inventario de las cosas que jamás haremos juntas es apenas un mal sueño que se evapora con las luces de la mañana*.
Al menos ya no me preocupa convertirme en la clásica anciana de las noticias, descubierta por los vecinos, momificada en el sillón frente a un programa de entretenimientos, pensé al principio, pero rápidamente volví a vos, a nosotras, porque no puedo luchar contra eso, porque no sé cómo impedir que mis pensamientos te busquen todo el tiempo, sin descanso, como lemmings salvajes dispuestos a arrojarse desde el acantilado de la memoria siguiendo fielmente el rastro de tus recuerdos. Y después ya no pude pensar en nada.
Tal vez porque no pude soportar la imagen de las polaroids mentales que te tomé en silencio durante años o tal vez porque no necesito pensar demasiado para saber que no estoy dispuesta a perderte otra vez y trato de conservar mis fuerzas para invocar a distancia nuestros poderes de gemelas fantásticas y poder mantener a salvo el Top Five de nuestros momentos favoritos almacenados en mi memoria.
Ok, acá van:
Momento número 5: ¿Te acordás cuando nos escondimos furtivamente en el baño de tu oficina y fuimos chicas-porno por un rato mientras el resto de la gente trabajaba? Bueno, yo sí lo recuerdo bastante seguido y creo que nunca me sentí tan viva e inmortal como en ese momento, así que me parece un gran recuerdo para comenzar la lista.
Momento número 4: Nuestro primer trip de ácido fue una experiencia bastante memorable, o al menos eso creo… Nunca me voy a olvidar del momento en que nos elevamos tomadas de la mano como Peter y Wendy, dejando atrás las sombras pegadas a los talones, y sobrevolamos nuestra propia versión de Kensington Gardens jugando entre las copas de los árboles.
Momento número 3: Era otoño, estábamos en Nueva York, era nuestro primer viaje juntas y caminábamos sin rumbo hasta que descubrimos un pequeño teatrito perdido donde un grupo de músicos desconocidos ejecutaba con absoluta seriedad “cuatro, treinta y tres”, de John Cage. Nos escabullimos en silencio, tomadas de la mano y durante toda la obra pude sentir el ritmo de tus latidos mientras observaba fascinada el recorrido de las lágrimas por tus mejillas. No sé cómo describirlo, pero creo que jamás podré imaginar nada más perfecto que ese momento.
Momento número 2: Era la primera vez que dormíamos juntas. En medio de la noche busqué un vaso con agua y al volver a la cama te diste vuelta, completamente dormida, y me abrazaste fuerte, muy fuerte. Emanabas una calidez increíble, sentía tu respiración en mi pecho, olías como deben oler los ángeles y simplemente no pude volver a dormir en toda la noche por miedo a romper la magia. Esa noche supe que ya nunca volvería a estar sola.
Momento número 1: Fue la primera vez que te vi. Entraste a la librería y el mundo se paralizó. Un segundo pudo cambiarlo todo. No lo sabía entonces, pero lo sé ahora. Puedo recordar sensorialmente cada detalle de ese primer encuentro y aún suelo hacerlo cada noche desde tu ventana favorita, mientras la luz verde al final del embarcadero no deja de brillar.
No fue fácil, pero esos fueron mis cinco favoritos.
Mis clásicos incombustibles de todos los tiempos.
El único equipaje que llevaré conmigo hasta el último segundo.
Te amo (nunca sabrás cuánto).
No te preocupes por mí, siempre voy a estar cerca tuyo, dentro de cada libro y en cada perro que encuentres por la calle. Ahora, por favor, prometeme que vas a recordarnos así, eternamente jóvenes, eternamente juntas, durmiendo enroscadas como un pretzel y bailando hits de los 80 perdidas entre las estrellas, por siempre jamás.
Correcciones
*En el original dice “y el inventario de las cosas que jamás haremos juntas es apenas un mal sueño que se evapora con las luces de la mañana”. Cuando sumamos a una correctora para pensar el libro, ella hizo la corrección.
Bio
Esta carta la escribió una autora que no quiso que reveláramos su identidad en 2019.