Francisco
FRANCISCO:
Desde que no nos vemos más, pasaron un montón de cosas y todavía no se incendió nada. Cada golpe invisible aparece como si el viento no fuera a callarse nunca. Porque ya no te veo, pero te escucho gritarle al televisor desde el living. Resulta que el hambre y el gobierno nos quitaron el asombro, como si se hubiese podrido, secado y dejado caer en una alfombra asquerosa. Todavía te escucho diciendo que tenemos que salir a incendiar todo lo que sea inflamable, volverlo una llama. No puedo estar en la calle cerca de la gente con hambre. Y ahora tampoco mirarte, pensar en hacer algo o si no tenemos la fuerza, que al menos lloremos un rato.
Vos eras parte de lo que me hacía dejar de responder, sin ni siquiera pensar, a lo que las formas del día me imponen: un colectivo, un puerto, una plaza llena de papeles y gente que aún cree en algo.
Desde que no nos vemos más, la tristeza toma ritmos oscuros y no sé con quién hablar si una mujer parece estar muerta o durmiendo en la calle. Continúo sobre el eclipse perpetuo de gestos brillantes y lugares donde leo algunas cosas y tomo todo el vino que puedo: el tuyo, el mío y el de la gente que está muerta o que duerme en una piedra sobre una esquina.
Esa tristeza también tomó forma de hombres con la boca más grande que el cuerpo. Con mucha esperanza en sí mismos y una gran fascinación por la belleza. La belleza que aparece cuando mentimos, la espalda erguida y las medias, las piernas suaves nadando en una fuente de plata. La velocidad que tiene la noche, la noche y el whisky, la frescura del baile frente a una luz diminuta.
Desde que no nos vemos las chicas son más hermosas. A veces camino y tengo que ser prudente, no puedo mirarlas a todas ni convertirme en lo que detesto: un animal con sed todo el tiempo. Estoy aprendiendo la distancia entre el cuidado y un beso en el baño con una chica preciosa.
Camino con la rapidez secreta del tiempo. Como una gotera en el tender, que cae de un guante pequeño. La calle es el pasto quemado por el sol de octubre y yo, imperceptible, pero nunca invisible. Así siento que quiero ser desde que no nos vemos.
Desde que no nos vemos más tampoco hablamos. Pero anoche te mandé un mensaje que decía (¡te advertía!): todavía no escuches las siguientes canciones. Y escribí una lista de las que fueron nuestro fondo para todo. Todavía no escuches estas canciones porque atraviesan cualquier cosa que estés inventando, intentando hacer para sentirte mejor. Rompen todo como un vidrio bajando sobre un papel de regalo.
Desde que no nos vemos más las calles parecen ser todos los bares a los que fuimos cuando no sabíamos si nos íbamos a querer tanto. Pero el día que lo supe fue ese del ácido en la boca y el puente que cruzamos mientras veía debajo las luces de los autos, un charco de agua, tu cabeza flotando sobre un pasamanos y escalones llenos de basura nueva. El del beso con el estallido de pronto y un trueno que vino, pero no trajo la lluvia.
FLAVIA
Bio
La carta la escribió Flavia Calise (@flaviacalise) en 2019. Publicó los libros Mientras te llamo diseño mi tumba (Concreto, 2021), ¿Qué es la ternura? (Concreto, 2019), Beso las flores antes de tirarlas (Concreto, 2018), entre otros. Coordina el taller de poesía y performance “es importante besarse bailando de vez en cuando”.
En la actualidad, realiza lecturas en vivo y, a veces, trabaja como actriz.
Nota de las editoras
Volvimos a colaborar con la autora para el podcast de Concreto. Acá podes verla leyendo poemas de su libro Beso las flores antes de tirarlas.