Mateo
¿Alguna vez exististe?
El barrio cambió rotundamente desde la última vez que nos besamos sentaditos en la vereda. Ya no existe ni el giro de Av. San Martín y Jonte, ni la barrera de Nazca, ni el café donde me dijiste “te amo” por primera vez. Muchas líneas de colectivo cambiaron de color. Los músicos de nuestra banda fueron denunciados por abuso. Tus regalos, nuestras fotos en las redes, todo lo que podía dar algún indicio de que existimos se esfumó.
¿Existimos realmente?
Hace poco descubrí que el chino donde me compraste carilinas el día que nos separamos se llama “Conquista”. Es irónico que sea lo único de nuestra relación que aún sigue en pie.
¿Alguna vez exististe?
Nunca te dije que de la vez que garchamos en la cocina, yo apoyada sobre la mesada dándote la espalda, me quedó un sabor amargo. De mis siguientes chongos aprendí que lo que nosotros hacíamos no era el amor*, que coger siempre como a vos te gustaba era más que aburrido y que soy mucho mejor chupando la pija si no me están empujando la cabeza.
¿Existimos realmente?
A veces te extraño. Cuando veo el fondito de café en la taza y pienso en tomarme otro, cuando observo las cosas que logré en mi vida, cuando me visto de rojo. Cuando pienso que no me enamoré así de nadie más.
¿Alguna vez exististe?
Es hasta gracioso que con lo poco que me diste continúe escribiéndote. Que continúe haciéndolo incluso después de dejarme expuesta esa noche cuando, antes de besarme por primera vez, sacaste a colación que todo lo que yo escribía hablaba de vos. ¡El tupé! En mi ignorancia creí que las musas eran mudas, pero claro, parece que solo a la mujer la enmudece el gran artista inspirado. ¡Y qué paupérrimo mi plan de conquista! Nació malparido y desembocó en ese supermercado chino homónimo.
¡Qué angustia! De vos tengo más recuerdos del desamor que de ese momento detenido en el tiempo en el que realmente nos amamos. ¿El tiempo y la distancia no te hacen preguntarte cosas? ¿Eso era el amor? Eso que consumí y esperé durante toda mi vida como si fuera un remedio sacrosanto. Eso que se parecía por momentos a una tarde primaveral, insípida de tan linda, y por otros a una tormenta de verano, donde el pegote es intolerable. Eso había sido todo y se sentía tan bien porque ambos hacíamos lo mejor que podíamos.
Es hilarante que te escriba, te hable sin mirarte, te invoque sin siquiera saber dónde estás viviendo. Sin saber qué te desvela, si estás desvelado o si efectivamente sanaste tu insomnio. Casi que es irónico que pueda existir una realidad donde no sé nada de vos cuando fuiste todo. Ahora llegó el momento de despedirnos.
A fin de cuentas fuiste puro material poético. Nada más que eso.
¿Existimos realmente?
Besarnos y negarnos tienen casi las mismas letras.
¿Alguna vez exististe o fuiste tan solo una ilusión? ¿Me quisiste como era o proyectaste sobre mí tanto como yo sobre vos? ¿Nos quisimos tanto como decíamos querernos?
Me pregunto si te gustaría de conocerme ahora que estoy, podría decirse,* menos careta y más adulta. Si hubiéramos conectado o si yo hubiese pensado que eras lisa y llanamente un idiota. ¿También me hubieras atrapado con tu encanto? ¿Habríamos compartido charlas extensas, besos furtivos y chistes internos?
Hubiera sido lindo haber guardado aunque sea el paquete vacío de carilinas, guardarlo con estas palabras que alguna vez tuvieron destinatario
Correcciones
- En el audio, “no era amor”
- En el audio, “Me pregunto si te gustaría de conocerme ahora que estoy, podría decirse, empoderada, menos careta y más adulta”.
Bio
La carta la escribió Carolina Mazzaferro (@caromazzaferro) en 2019. Vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es dramaturga y directora. Escribió y dirige la obra «Lengua, lengua, lengua» en el Centro Cultural Rojas, ganadora del 14° Premio Germán Rozenmacher.
Pueden saber más sobre la obra acá.