Catalina

¡Hola, Cata! El otro día encontré un fantasma tuyo en la caja donde guardo los recuerdos. El librito de Ferlinghetti. No tenía mucho polvo, pero el papel parecía más seco, endurecido casi. Me dio un poco de ternura. Abajo había un par de cuadernos, junto con uno que me regalaste vos. Es re bonito, hasta me dio cosita escribir* adentro. No sabés lo que fue ver esos cuadernos. Había cosas lindas, pero la verdad que la mayoría eran bastante chiclosas. Lo más viejo tuyo que apareció fue algo de una teoría sobre palomas conspiradoras o algo así. Teníamos 14, así que nos disculpo el delirio. Cuestión que me acordé de vos. Nunca te pedí perdón por haberte besado esa vez en el cachete. Quizás para vos pasó más tiempo y no te acordás. A mí todavía me da vergüenza, solo que ahora también me río un poco. Tenés que entenderme, leía García Márquez y andaba por los pasillos tocando música tan melosa, tan romántica.

Algo me poseía esos días. Y sé que eras parte de ese algo. Pero de lo otro no me acuerdo tan bien. Sé que quererte, seguirte, buscarte (no sé cómo llamarlo) fue raro. Los primeros días me veía espiralando hacia vos. Ya venía de mal de amores con otra amiga (sabés quién), y verme tratando de llamar tu atención, seguir tus palabras, mirarte distinto me pareció obvio en un principio. Querer a una amiga, y más a otra. Condenado a lo cercano y familiar. Patético. Después empezó la parte más fea.

Cuido un poco mis palabras porque sé que ahora sos una chica de letras, editora, seguro con una mirada más fina y genial de la que ya tenías. No quisiera volver a ser un romántico ni ser un chico matemático desbordando su capacidad de hablar, pero no puedo evitar querer preguntarte si alguna vez pensaste en qué hubiera pasado. Si, aunque solo por la curiosidad, me hubieses aceptado. Hoy en día, de lejos, veo que sos un tren de entusiasmo y energía, con proyectos de acá para allá, del cual me imagino solo siendo un pasajero. Ojalá que no. Ojalá me hubieses contagiado algo de eso. Ojalá supiese. Aunque sea solo para ver qué te habría contagiado yo. Te confieso que hoy en día me parece que te hubiera frenado. No sé. Me confunde porque, en su momento, alejarme de vos me hizo bien. Perdón, me estoy contradiciendo, pero por algo te digo que fue raro. Espirales.

No quiero parar hasta entender esto que me senté a escribir. Me da un poco de impresión hablarte. Siento que estoy hablando con un fantasma. Siento el sacrilegio de revivir algo muerto. Puedo entender porqué sería un fracaso revivir un amor muerto: no puedo volver a ser quien fui. Intento verte como en ese tiempo donde te daba besos en el cachete y me escapaba después, pero cuesta.

Fue hace tan poco todo esto y, sin embargo, se me hace bruma. Me acuerdo de estar tirado en tu cama ancha abajo del ventilador mientras hacías mate, o algo, no sé. En ese momento vos también estabas mal de amores (también sabés quién) y yo solo imaginaba la suerte que tenía ese flaco de tener la posibilidad de compartir esa cama con vos en alguna siesta de verano, en el sopor del estar al pedo, leyendo algo, escuchando alguna bandita platense de esas que ahora no sé por qué sí puedo escuchar. Ese sí que fue un día intenso. Bah, fueron solo unos minutos, pero ahí me di cuenta de todo lo que nunca podría compartir con vos y todo lo que podrías compartir con él. Qué dolor fue saber eso. Amor contrariado, con todas sus letras. Ahora es fácil minimizarlo, saber que tuvo un principio y un final, decir que no fue amor (lo mío). Sin embargo, se destaca entre mis nubes esa certeza de dolor.

Perdón, sigo sin ir al punto. Encima esto debe ser raro para vos. ¿Cuánto de esto habrás imaginado? ¿Podrías entenderlo? Lo más probable es que no haya nada de tu lado, ni preguntas ni suposiciones. Sí, lo sé. Yo estuve en tu lugar. A mí me sorprendería una carta como esta de alguna de las personas que contrarié. Es como descubrir algo oculto de uno mismo. Quizás vos estás pensando en qué día de verano fue que yo miraba tu ventilador, enamorado, tratando de llenar ese hueco, tu ausencia.

Me acabo de acordar de otra cosa. De estar haciendo esto mismo que estoy haciendo ahora: escribir cartas a la madrugada con Billie cantando a mi lado. Cuán distinto es todo. Escribir poemas en cuadernitos, en lugar de cartas con la compu. Estar enamorado y no solo recordando. Creo que llegamos a intercambiar cartas, pero era algo que solías hacer con otro (ya sabés quién). Yo contentísimo igual. Andá a saber qué te decía. Las nuestras no las encuentro. Quizás están en la caja de recuerdos. Me parece que no.

Quererte sin que me quieras fue difícil, pero duró poco. Lo lindo fue después, cuando se me pasó y tomé distancia, de vos y de otras personas (ya sabés quiénes), me vino bien. Pudimos ser mejores amigos de lo que ya éramos (creo yo). Me invitaste a participar de tus primeros proyectos y fui pasajero de ese tren eléctrico que sos, fue super divertido y te agradezco. Hoy estoy en la terminal, viéndote partir, habiéndote dejado esta carta y esperando que quieras contestarme. Me acompaña el silencio de tus vías y un fantasma en el bolsillo.

No te preocupes: no todo en mi andén es tristeza. Quizás, hasta yo pueda ser tren y saludarte, en algún momento, al pasar.

Correcciones

* En la grabación decimos abrir, pero la palabra correcta es escribir. Cosas que pasan… A veces escribir también es abrirle una parte de nosotros al mundo.

Bio

La carta la escribió Iván Mindlin. Vive en La Plata y cuando sea grande quiere ser cantautor, informático y astronauta.

Nota de las editoras

Nos encanta la naturaleza polisémica del lenguaje, esa característica jugosa de las palabras de poder tener más de un significado. En esta carta en particular, la palabra fantasma sumó una nueva acepción. Cuando Iván dice que encontró un fantasma, se refiere específicamente a un fanzine de Fantasma Edita, un proyecto liderado por Catalina en ese momento. Pero déjennos decir que nos encanta esa ambivalencia… Los ex a veces también ofician de fantasmas, ¿no? 

***

Scroll al inicio