Ramón

Querido Ramón:

Tu abogada cheta nos hizo pasar a su oficina del décimo piso, es amable porque los chetos son amables. Repartió las copias del acuerdo y no paró de hablar. Me buscaba la mirada todo el tiempo y yo la bajaba para leer, insistía en que todo estaba bien, que era lo que habíamos hablado. Y todo parecía bien, pero me di cuenta que algo raro.

Casi no digo nada, nunca había visto un acuerdo provisional, ni cautelar, ni cláusulas, no conozco el detalle, ya las palabras me marean. ¿Por qué nos metiste en esto? Casi no digo pero dije que algo raro (la confianza debe ser mayor que el miedo). Resulta que tu abogada me había dado una copia con una hoja menos. Solo a mí me faltaba una parte, tu copia y la de ella estaban completas.

Te reíste nervioso y rojo. Ella sacó otra copia que decía todo y me la dio. Me costaba leerla porque ella hablaba y hablaba. Repetía las cosas, me interpelaba. Justo la hoja faltante era re polémica, habías hecho cambios malísimos para nuestra vida que nunca dijiste y que casi no leo.

Mi abogada llegó un poco tarde porque venía de dar clase, dejó sobre el escritorio un cuaderno y unas fotocopias sobre aborto no punible, hablaba poco y tranquila. Le mostré las cláusulas insólitas, las discutimos, te pusiste más rojo y te plantaste. Por esto tenía miedo, pero te las discutí a muerte, defendí mis puntos, con argumentos sólidos bajé cada una, tu abogada quedó en cero y te soltó la mano. Te di batalla en esa oficina para cuidarlo (el amor tiene que ser más grande que el miedo).

Imprimieron cuatro copias completas del nuevo acuerdo y firmamos. Estaba re nerviosa, me sentía sola, ¿vos también?, todo me parecía una mierda. Los días previos yo estaba re enojada con vos, lloraba, no podía creer lo que intentabas hacer. Pero cuando te enojaste me di cuenta que había ganado.

Te vi llorar. Tuve el impulso de tocarte, pero no lo hice y un poco me arrepiento, o un sentimiento parecido. Había contenido todas las emociones para tratar de ser inteligente y tranquila. Pero te desbordaste vos y en vos me vi a mí y éramos un poco lo mismo. Te vi sufriendo y dejaste de ser mi enemigo y quise que estés bien. Pero no te toqué. Te tapabas la cara y no viste que estiré la mano y la guardé.

Quiero que sepas que cuando te vi mal tuve ganas de abrazarte.

¿Llorabas de bronca o de tristeza?

Ahora que se me fue un poco el enojo y siento más bien pena, quiero que sepas que de verdad lamento que hayamos terminado así.

Quiero que sepas que cuando escucho Head On todavía pienso en vos.

También quiero que sepas que lo bueno no se rompe, que de este lado somos dos y si te metés con eso te va a caber.

Mañana tomás un avión, yo me quedo y como siempre lo voy a proteger (la verdad es más grande que el miedo).

Jule

Bio

La carta la escribió Jule Gore en 2018. Nació en el sur, pero vive en La Plata. Es parte del colectivo Las Pibas. Tiene un fanzine que se llama “En Europa no se consigue” y, en ese momento estaba por publicar su primer libro de poesía, “Peces de la ciudad”. Podés seguir leyendola acá y acá.

Nota de las editoras

En esta carta tuvimos el desafío de mantener algo de un lenguaje propio de Jule, que la carta avanzara como su conciencia, apenas interrumpida por esos mantras que se repite y que aparecen entre paréntesis. 

En esa línea, conversamos sobre el “que algo raro” que se repite y que parece dejar con la boca abierta a la narradora. Tomamos la decisión de mantenerlo así –sin agregar qué había de raro, y sin marcas de puntuación que pudieran dejar abierta la idea– porque nos parecía que de esta forma se construía como un pensamiento rumiante. 

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