Julián
Querido Julián:
Me acuerdo que, cuando apenas nos separamos, una madrugada, hice una lista de todas las cosas que me hacían acordar a vos. Fue como exorcizarte. Llené 3 hojas A4 doble faz. 2 años de noviazgo = 3 hojas A4 doble faz. Los pingüinos, tu animal preferido, encabezaban la lista. Animal monógamo por naturaleza, literalmente. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que me contaste sobre ese documental de pingüinos emperadores y cuánto te había impactado su forma de relacionarse con las hembras: tan noble, tan romántica. Además, te parecía simpática su manera de caminar. En eso tenías razón. Todavía nos queda pendiente ver ese documental, y tantas otras cosas que dijimos que íbamos a hacer y después quedaron congeladas, como la Antártida.
Te confieso que todavía lloro cuando miro muy fijo una foto tuya, en especial cuando me está por venir. Algo adentro mío se resquebraja cuando me acuerdo que hace menos de un año mi vida era otra, eras vos. El que en ese entonces era una de las personas más importantes, ahora es un corazón en Instagram, un mensaje esporádico, una sonrisa. Creo que lo que más me estremece son las infinitas posibilidades que se nos presentan constantemente. Si en menos de un año las cosas cambiaron así, ¿dónde estaremos dentro de diez, veinte, treinta años? ¿Qué fragmentos de nuestra historia quedarán vivos?
Todavía lloro cuando miro muy fijo una foto tuya porque no se mueve, tu cara ya no me devuelve sus muecas, tu forma particular de torcer el labio. Estás quieto, frizado. Ni siquiera puedo mover la foto porque estás en una pantalla, hecho de andá a saber cuántos píxeles. No tenemos fotos juntos, nos creíamos demasiado para eso. Solo las del viaje a Europa porque, bueno, habíamos invertido demasiada plata (y esperanzas) como para no dejar registro de semejante audacia.
A veces pienso en que me hubiese gustado ser tu amiga y no tu novia. Las relaciones de amistad suelen tener más vida útil que las de pareja, al menos en mi experiencia. No sé qué pasa con los ex que después de una relación se autodestruyen. Se vuelven intocables. La gente se corta entre sí. A los ex hay que cortarlos con tijera, vidrio, cuchillo, navaja o con los dientes. Ex, ex, ex, hay algo en el sonido de la x, tan filoso como un cuchillo, la x es una cruz chiquita que también aparece en sexo, asfixia y auxilio. Hay algo inquietante en su pronunciación, como una descarga eléctrica.
Yo no quería que termináramos así, electrocutados. No quería sangre ni venganza, odio ese cartel de mierda que dice “acá vendemos cervezas más frías que el corazón de tu ex”. Es cierto, ya no quiero ser tu novia y, evidentemente, no puedo borrar el pasado. Pero entonces, ¿qué? ¿Estamos condenados al zarpazo frío y punzante?
Hace unos días anduve por la Panamericana, pero esta vez no iba a tu casa. En la ruta, recordé la forma que tienen ustedes, los que viven por allá, de medir la distancia: en puentes. Me acuerdo que estar “a dos puentes” era sinónimo de estar cerca. ¿Cuántos puentes nos separan hoy? ¿Cuántos kilómetros habremos recorrido juntos? Siempre me decías que la autopista era mucho más segura que las calles del centro. Eras el rey de la Panamericana. Toda la velocidad que le faltaba a tu vida estaba en el pie del acelerador. El auto era una cápsula del tiempo en la que viajábamos, en la que nos perdíamos kilómetro a kilómetro.
“Panamericana”, “puente” y “kilómetro” también forman parte de la lista que te conté, nuestro campo léxico personal. En ese momento necesitaba exorcizarte, pero ahora soy amiga de esas palabras. Como al campo que atravesábamos para llegar a tu casa, hoy miro la lista de palabras y veo movimiento. A diferencia de las fotos, las palabras no son estáticas. Están llenas de historias, de detalles, de conexiones únicas. Por eso te escribo esta carta, para sacar del freezer tu foto y devolverle la calidez de la realidad. Los recuerdos estáticos se endurecen y se quiebran. Me gustaría, en cambio, que nos juntemos a tomar un café y rompamos el hielo otra vez. ¿Qué te parece?
Espero tu respuesta. Te quiere,
Bianca.
Bio
La carta la escribió Bianca Mera en 2018. En ese momento era estudiante de comunicación y editora de Fantasma, un proyecto de arte postal. Fue y sigue siendo la voz de Lubi. Hoy trabaja como editora en una start up de e-learning. Vive en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Nota de las editoras
Un mensajito de cuando terminamos de editar la carta de Bian:
